Hay días. No. Hoy. Soy claudicar.

Claudicar de mujer, madre, amiga, compañera, feminista, trabajadora, sobria, serena, estable, fértil, eficaz.

Rendirme a mitad de partida, partir, partirme, soñar con abandonar.

Dormir en el fondo de un río que arroya con su caudal.

Dejar de sostener y no querer ser sostenida. Tocar el fin, el vacío, la caída.

Callar. No ser.

No mirarme más. ¿Qué más da? ¿Qué más doy? ¿Me doy de sí?

Dejar de poner palabras. ¿Por qué sigo hablando y de mí?

Callar, caer.

Parar este onanismo, esta demanda, esta falacia creada otra vez.

Otra vez, distinta, pero otra vez mentira.

Para. Para. Para qué. Crisis de fe.

Vamos, venga, júzgate:

histérica, egocéntrica, complaciente, prepotente, violenta, siempre atenta.

Atenta contra mí.

A quién le importa -mi vida, mi palabra-.

Si no sabemos ni quién soy.

Ser menos, estar de más.

Soltar. Saltar. Insultar.

No servir, servir de sierva.

Saber a plástico interrumpido, a papel arrugado, a pared.

Guardar en los bolsillos toda la basura recogida a lo largo de las tardes -siempre es tarde- y lanzarla contra el espejo.

¿Quién quiso ser la más del reino?

Recoger los pedazos y tejer un pasamontañas que muestre en la frente un bordado:

soy una víctima, un disfraz reciclado.

Y apesto, sabed, huid, no queráis oír el resto.

Tampoco soy esto.

Así que podéis juzgarlo con baremo cruel y honesto.

Ya me fui, me perdí.

I was I was I was

I have never been

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